Yo sabía que siempre estaban allí, pero por alguna extraña causa, esa noche no lo recordé. Y fue por eso que pocos metros después de pasar el Unzué me detuvieron ellos, tenían medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre en cada mano. El
control de alcoholemia me dió infinito punto rojo. No me dolió tanto las cinco chapitas de Coca cola que tuve que pagar de multa, como que me secuestraran por treinta días mi bicicleta amarilla. Encima tuve que volver a mi casa en colectivo, con la que odio yo los colectivos....
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