Anoche soñé que ya no existían los duendes. Hoy, poco después de levantarme, cuando estaba por llevar el primer bocado de pan con manteca hacia mi boca, lo recordé. Fue una sensación de angustia atroz. Fueron un par de segundos en que dejé de respirar, de ser. Dejé el pan sobre la mesa y de inmediato me puse a buscar a Guillón. Fueron momentos de desesperación, no podía creer lo que había soñado. Lo busqué bajo la cama, en el baño, bajo la mesada, y en todos aquellos sitio donde él acostumbra a dormir. Lo llamé, le grité desesperado que no podía abandonarme, que sólo había sido un sueño, un mal sueño.
Varias horas después, casi cuando el día llegaba a su fin, me convencí que Guillón no iba a aparecer más; todos sabemos como se ofenden los duendes cuando los menospreciamos en nuestros sueños.... Continuar leyendo